domingo, 30 de noviembre de 2014

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La otra noche me preguntaron qué pasó y a mí sólo se me ocurrió decir: él.

Qué respuesta más estúpida. Pero es que ya van 83 días y él aún no ha terminado de pasar. Mira, yo no sé si el problema es suyo o de mis pupilas, pero desde entonces veo el mundo de otra forma que no sea destrucción.

Hay ruinas que no acaban nunca. Hay ruinas que fueron así desde el principio y, perdona el atrevimiento, no sabéis lo bonitas que me resultan las grietas desde que me enseñaron que no tienen que doler.

Lo mismo con las cicatrices. Conozco a alguien que tiene una cerca de la clavícula, y es preciosa. 

Nunca he querido decir que el mundo sea feo, pero sí que hay personas que lo hacen más bonito. Más redondo. Más perfecto.

A mí que no me hablen de precipicios si no te han mirado los ojos.

Qué sabrán lo que es hogar si nunca te han rozado los labios, y dime, qué pueden decir de sentirse pequeña si nunca les has besado la frente.

Qué sabrán ellos del agua si nunca les ha llovido mientras iban de tu mano.

Y qué sabrán ellos de amor, si nunca han querido parar el mundo en mitad de un abrazo tuyo.

-Alicia López

domingo, 16 de noviembre de 2014

¿Recuerdas la primera vez que nos vimos? - Mónica Gae

¿Recuerdas la primera vez que nos vimos?

Yo la he recordado hoy. Y la semana pasada, y hace dos meses. 

Recuerdo perfectamente aquel momento porque no parabas de sonreír y era la sonrisa más bonita que había visto en mi vida. Cómo podía brillarle tanto a alguien el corazón, cómo podía alguien tener los ojos tan aniñados y al mismo tiempo la mirada tan salvajemente rasgada.

Qué loca me volviste y qué locura tan bonita fue. Recuerdo que yo hablaba sin parar y tú aún no habías pronunciado palabra. También recuerdo que lo primero que me dijiste fue que tenía una flor en el pelo y que al final de la noche esa flor acabó en tu bolsillo. Y que tardaste casi dos semanas en besarme.

Recuerdo lo mucho que querías volar y que tenías en la espalda alas de más de cien colores. Y que odiabas las peleas, las armas, los trajes y los relojes. También que la primera noche llevabas ropa interior de Bob Esponja y que no quisiste decírmelo hasta que supiste que yo la llevaba de Batman. Y que esa noche sólo hablamos, porque hablar contigo era viajar y tú y yo queríamos comernos, y al mundo también.

Recuerdo nuestro último día porque fue el primero que te vi llorar. También recuerdo que esa noche tuviste miedo a volar y que yo te dije que llenaría el suelo de todos los países de almohadas si así volvías a batir tus alas. Y que meses más tarde, las batiste, y aunque nunca te lo dije, tampoco nunca dejé de cuidarte.

Qué caricia tan suave puede ser a veces el pasado. Qué precioso es tenerte y saberte libre.

Qué bonito saber que cuando te fuiste de mi estómago fue para mudarte al corazón.

Qué utopía pensarte y decirte que la razones por la que te quise, siempre serán las razones por las que nunca dejaré de quererte.
- Mónica Gae